Ganó el que tenía que ganar: Sergio Luis Henao
Pinchó, se cayó, se le dañó la bicicleta y luego de 219 km es el campeón nacional de ruta.
En la hoja de vida de Sergio Luis Henao se registra un recorrido en el pedalismo internacional desde el 2007, y en esa misma reseña se pueden leer solo siete victorias, pero quizás la más satisfactoria fue la lograda ayer en Bogotá, luego de los 219 kilómetros del circuito con salida y llegada en el parque Nacional, la misma que le dio la oportunidad de convertirse en el nuevo campeón nacional de ruta.
De hoy en adelante, en su uniforme del equipo Sky se verá el tricolor nacional, algo que lucirá con orgullo tras superar varios inconvenientes, como ha sido normal en su vida, pues pinchó, se cayó, su bicicleta se le averió, perdió en tres ocasiones la rueda, volvió al grupo y en el penúltimo giro se lanzó en busca de lo que casi siempre se le ha extraviado en el camino: la victoria.
Y la logró para la felicidad y tranquilidad de él, de su familia y del ciclismo colombiano, que veían en Henao al máximo candidato, el hombre por batir, al dueño de las quinielas, luego de que el crédito local, Esteban Chaves, había confirmado que no iba a correr por una tendinitis en una de sus rodillas.
Y fue tal el buen ambiente y la barra que le hizo el público bogotano que cuando terminó la premiación, no se aguantó, cogió el micrófono y dijo: “Muchas gracias, Bogotá, sentí el gran apoyo, y este triunfo es de ustedes, porque me siento en Rionegro”.
A Henao le han pasado muchas cosas, tal vez todas, las que le han impedido ser ganador, pero esta vez ese ‘gato negro’ que lo perseguía no apareció, a pesar de lo duro del circuito, de una fuga de ocho corredores que llegó a tener 6 minutos 50 segundos y del piso mojado por la lluvia.
Esta vez todo estaba dado para que se colgara el oro; en la prueba del año pasado con final en Tunja hizo algo parecido, pero esa vez le faltaron pocos metros para acariciar la victoria y se quedó con la plata.
Este domingo, en ese difícil y quebrado trazado, Henao Montoya se sintió en su salsa, porque las pruebas de un día son lo suyo, ahí es donde se ha destacado.
En el 2012 fue quinto en Lombardía, cuarto en el Giro del Piemonte y noveno en el mundial. Un año después fue segundo en la Flecha Valona y sexto en la Amstel Gold Race, mientras que en el 2015 terminó de séptimo en la Lieja y Flecha, y noveno en Lombardía; todo un especialista.
Ah, tuvo como aliado a su primo y compañero en el Sky, Sebastián. “No tengo palabras, fue el que me ayudó en los momentos complicados”, aseguró.
Para olvidar
Ya en el podio, el hijo de Ómar y de Cecilia y el hermano de Yuliana, Milena, Felipe y Dayana se olvidó de lo que le ha pasado, de la mala suerte que lo ha acompañado.
En el 2008, un problema en la rodilla derecha por una caída lo alejó de la bicicleta; fue operado por el médico Gustavo Castro, que a pesar del mal pronóstico, lo recuperó.
Conoció a Carolina Caicedo, quien fue la encargada de la fisioterapia y hoy es su esposa y la mamá de Emanuel, con quien ayer subió al podio, su motor, el impulso grande para pedalear.
Luego, en el 2014, cuando volvía de un receso debido a que el Sky lo paró por unas alteraciones en el pasaporte biológico, preparaba la contrarreloj final de la Vuelta a Suiza, un carro lo embistió y se rompió la rótula derecha.
Cuando estaba a punto de correr el Giro de Italia del 2015, la Fundación Antidopaje del Ciclismo pidió analizar los niveles de su pasaporte biológico, se perdió la carrera y volvió a parar. Demostró que sus variaciones se deben a que entrena en altura y preparó la prueba de fondo de los Juegos Olímpicos de Río.
Cuando faltaban 10 kilómetros para el final y libraba una dura lucha por el oro con el italiano Vincenzo Nibali y el polaco Rafal Majka, se cayó en la bajada y se fue al hospital con una fractura de la cresta iliaca.
Siempre un percance, siempre el ‘gato negro’ en su camino, pero le llegó la revancha.
Este domingo, la última vuelta al circuito fue sensacional. Pasó por la meta y la diferencia era solo de 23 segundos, suficientes para ganar, pero había que pedalear con el alma para evitar sorpresas.